sábado, 20 de mayo de 2017

La neblina de la vida



Aquella mañana aún se podía ver la neblina caer por los valles que rodeaban al pueblo, las personas caminando por las calles desde temprano, armando sus puestos de venta, vendiendo panes y atol para los madrugadores. Carmen despertó con mucho frío, volteo y  vio que a su lado aún estaba Alberto, durmiendo como si nada hubiera pasado. Comenzó a escuchar ruidos, al parecer los niños ya estaban despiertos buscando comida. 

Carmen y Alberto tenían años de vivir juntos, tal vez unos 15 o más, tenían 5 hijos: Tomasa  la mayor, con un carácter fuerte y muy resentida; Daniela era una niña dulce de ojos claros con  una sonrisa de ángel, era muy servicial y quería mucho a sus hermanos; Ernesto con mucha energía y muy buen orador, le gustaba jugar a dictar discursos, como si él fuera el presidente de la republica; Guillermo un niño con una mirada triste de ojos color miel, sonriente y bromista, era muy cariñoso y juguetón, y el más pequeño Carlos con tan solo 3 años, le gustaba jugar y correr por toda la casa. 

Alberto le gustaban las apuestas y todos los días se reunía con sus amigos a apostar en las calles del pueblo, el corría con suerte casi siempre o quizás ya sabía la dinámica de las apuestas. Cuando Carmen se levantó, se cambió, se cepilló el pelo, se vio al espejo y empezó a llorar, ya no se veía como antes, su rostro cada vez más demacrado y pálido, Carmen era una chica muy linda, alta de pelo largo color negro usaba vestidos muy bonitos y costosos, con el pasar de los años, su ropa pasó de moda y sus vestidos ya estaban descoloridos “hasta donde llegué “ dijo en su mente “por qué me permití enamorarme de Alberto” esa mañana frente al espejo, ella tomó la decisión que más adelante sería su única salida, termino de arreglarse y fue a cocinar el desayuno. 

Alberto ni señas de levantarse porque como todos los días luego de apostar regresaba ebrio y escondía el dinero que ganaba para no dárselo a Carmen. Carmen era costurera y con lo poco que lograba ganar compraba algo para comer, “desayunen y arréglense para ir a la escuela que ya se hace tarde” les dijo a los niños. Listos con una pequeña refacción y la pizarra negra de cada uno se fueron a la escuela Ernesto, Daniela y Tomasa, no imaginan como a partir de ese día sus vidas se iban a transformar. 

Cuando Alberto se levantó el malestar de la resaca lo tenía malhumorado, llegó a la cocina y le dijo a Carmen que le sirviera el desayuno, ella muy sumisa lo hizo mientras Carlos  y Guillermo se bañaban en el patio para ir a los campos a jugar, “este café es agua de calcetín” dijo Alberto tirando el café en la mesa, “me voy a desayunar al mercado”. 

Ese café sin sabor y sin olor le quemó el corazón a Carmen, dejándola si sentimientos, cuando escuchó el portazo de Alberto al salir, sintió que el mundo la estremecía y le devolvía las ganas de vivir nuevamente. Carlos  y Guillermo corrieron a la cocina y encontraron a su mamá llorando, cuando ella los vio se limpió las lágrimas y les llamó a cada uno por su nombre “tengo que ir por pan al mercado, no salgan por favor” “está bien nos quedaremos jugando en el patio dijo Guillermo. 

Esa mañana nublada Carmen tomó su bolsa, un poco de dinero que tenía guardado en el costurero pequeño y se fue, dejando atrás a sus 5 hijos y a su esposo, no volteó ni un solo momento, siguió su camino y a pasos apresurados buscó como viajar a la ciudad en busca de una nueva aventura. 

Así les cambio la vida a Guillermo, Carlos, Daniela, Tomasa y Ernesto porque ese día fue el último día que vieron a su mamá y allí comenzó la neblina de la vida en cada uno de ellos y sus corazones.


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