viernes, 10 de febrero de 2017

La primera vez



Muchas cosas han sucedido desde aquel día en el que por primera vez conocí el olor a la muerte, en el que descubrí que mi corazón podía latir tan rápido que ya no le seguía el ritmo.

 
Aquella tarde tan soleada, tan llena de luz y tan oscura para mí, verte por última vez, que digo verte, si ya ni siquiera vi tus ojos abiertos, ya no escuché tus risas, ya no calculé tus pasos y mucho menos reñí con vos por la comida.

Cuando la muerte llegó, yo solo pude llorar. Fue la primera vez que sentí que esos sueños en que caes al vacio o a un barranco pueden ser reales, viví una oscuridad con los ojos abiertos, sentí un sabor tan amargo y salado en mi boca que no me dejaba comer. 

La primera vez que mis padres se derrumbaron enfrente de nosotros, veía gente correr por toda la casa, la mayoría llorando o susurrando. Yo aún sentía el olor de la muerte en los corredores, sentía cómo arrebataba parte de mi ADN y de mis emociones. Recuerdo que la muerte se llevó mi niñez, mi familia y mi ilusión, a lo mejor era parte de su misión el dejar vacía aquella casa grande. 
 
“Tomá tu ropa y salí rápido, que no queda mucho tiempo para irnos” dijo mi mamá. Esa tarde de agosto yo no quería cambiarme, no quería estar en el marco de la sociedad, no quería tener un corazón que latiera con tanto dolor. Lo que más deseaba aquel día era regresar el tiempo, restar doce horas de mi vida o quizás trece horas para poder conversar de nuevo con aquella amiga. 

Ya son casi 20 años de aquel jueves, pero los recuerdos siguen tan presentes en mi mente. Yo vestía un pantalón de lona azul marino de aquellos que tenían una marca de cuero me parece en la parte de atrás. Una blusa blanca de esas del colegio, porque no tenía un atuendo adecuado para simbolizar el luto que sentía. Un sudadero morado, pero era un morado oscuro. Me puse mis botas negras y lista para caminar en ese nuevo sendero que la vida me preparaba. 

Llegamos a la funeraria alrededor de las nueve de la noche, yo nunca había entrado a un lugar similar. Había tanto frío que no sabía si era el clima o solo yo lo sentía. Poco a poco la gente se marchaba y al llegar la madrugada, algunos dormían en las sillas, otros rezaban, y yo solo me preguntaba ¿si podrías despertar de nuevo a mi lado?  

La primera vez que la muerte llegó a mi vida dejó un regalo, que aunque parezca una locura es una especie de magia que me fortalece día a día, recordar que nuestro paso por la vida es tan breve para preocuparnos por pequeñeces. 

La primera vez ... siempre nos deja un sabor agridulce en nuestra memoria.